Un estudio realizado por el Instituto de Ingeniería del Agua y Medio Ambiente de la Universitat Politècnica de València (IIAMA-UPV) y el Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA), alerta que la aplicación excesiva de gallinaza en los cultivos, puede estar contribuyendo a la contaminación de las aguas subterráneas por lixiviación de nitrato proveniente de la mineralización del nitrógeno orgánico de este tipo de fertilizantes.
El programa de actuación establece que se puede aplicar entre 8 y 10 toneladas de gallinaza por hectárea y se están aplicando en torno a 20 – 25, casi 3 veces más de lo permitido
Esta es una de las principales conclusiones obtenidas en la tesis doctoral, realizada por Claudia Ximena Jaramillo y que ha sido dirigida por el miembro del IIAMA, Antonio Lidón y el investigador del IVIA, Carlos Mompó Ramos. El trabajo titulado “Mineralización de la gallinaza y de los restos de cosecha en el suelo. Aplicación al cultivo de la coliflor en la Huerta de Valencia” parte de la premisa de que una superficie importante de la Comunitat Valenciana, en concreto el área de Valencia, está catalogada como zona vulnerable a la contaminación por nitrato procedente de fuentes agrarias.
Por ello, en el estudio se ha analizado el aporte de nitrógeno en el suelo producido por la gallinaza y los restos de cosecha, así como la rapidez con que los nitrógenos orgánicos de estos materiales se convierten en nitrato mineral, estando de esta forma disponible para las plantas pero que también es arrastrado hacia los acuíferos.
Directiva Europea 91/676/CEE
La Directiva Europea 91/676/CEE sobre “Protección de las aguas contra la contaminación producida por nitratos utilizados en la agricultura” determina que la cantidad máxima permitida por ley es de 50 miligramos de nitrato por litro. Sin embargo, en la actualidad un 67% de la población de la Comunitat Valenciana vive en municipios decretados como zonas vulnerables. Por este motivo, la Generalitat Valenciana elaboró un código de buenas prácticas y un programa de actuación de obligado cumplimiento, que no se está siguiendo con rigurosidad en algunos aspectos, tal y como se ha observado en la investigación.
Durante tres años, Claudia Ximena Jaramillo ha efectuado ensayos de campo en parcelas de la zona de la huerta de Valencia, donde ha analizado que ocurre tras la aplicación de una enmienda orgánica a base de gallinaza, para así poder determinar cuáles son las cantidades necesarias a aportar y, minimizar los efectos de la mineralización (proceso de descomposición de la materia orgánica del suelo en el cual se libera nitrógeno).
Gallinaza aplicada sobre la huerta
Estas medidas de campo se han complementado con simulaciones realizadas con el modelo EU-Rotate_N, el cual permite evaluar el efecto de diferentes escenarios, “comprobando que las cantidades mineralizadas son muy altas”, sostiene Claudia Ximena.
En este sentido, la investigadora de la UPV explica que el programa de actuación establece que se puede aplicar entre 8 y 10 toneladas de gallinaza por hectárea (t ha-1), que equivale a unos 170 kg de nitrato ha-1 por año, y se están aplicando en torno a 20 – 25 t ha-1, lo que representa casi 3 veces más de lo permitido. “Alrededor del 60% de la gallinaza se mineraliza en el suelo, y lo que no es absorbido por la planta puede correr el riesgo de lixiviarse contribuyendo de esta forma a la contaminación de las aguas subterráneas”.
Por ello, resalta que el objetivo del proyecto es ayudar a los agricultores a mejorar su rendimiento y reducir el impacto medioambiental. “Siempre se ha pensado que la aplicación de este tipo de productos supone un aporte extra al cultivo que repercute en una mayor cosecha, pero se ha comprobado que aunque se apliquen mayores cantidades no son eficientes desde el punto de vista económico, productivo ni medioambiental”.
Caso de estudio: el cultivo de coliflor
La investigación se ha realizado en el cultivo de coliflor, que como explica Claudia Ximena, “necesita para su desarrollo unos 250 kg de nitrógeno por hectárea (N ha-1) mientras que los agricultores con pueden estar aplicando hasta 500 kg N ha-1, más del doble de lo que requiere el cultivo”.
Además, en esta planta solo se recoge la pella (inflorescencia) por lo que todas las hojas quedan en el suelo, lo que constituye un aporte extra de nitrógeno al suelo que es necesario considerar en el siguiente cultivo, tal y como indica Claudia Ximena. “Si una planta pesa sobre 7 kilos, y se recoge únicamente la pella (parte comestible) que pesa unos 2 kg, ¿qué pasa con los casi 5 kilos restantes que quedan en el campo después de la cosecha?”, se pregunta la investigadora de la UPV.
Cultivo de coliflor analizado
Los restos de cosecha de la coliflor tienen un alto contenido de nitrógeno, y al descomponerse en el suelo pueden producir un exceso de nitrato en el suelo que puede lixiviarse y contaminar las aguas subterráneas.
Estos restos de cosecha tienen un alto contenido de nitrógeno, y al descomponerse en el suelo pueden estar liberando alrededor de 200 kg N ha-1, que si no son aprovechados por el cultivo siguiente o simplemente el agricultor no lo tiene en cuenta a la hora de planificar sus abonados, se puede producir un exceso de nitrato en el suelo que puede lixiviarse y contaminar las aguas subterráneas. Además, el Programa de Actuación derivado de la Directiva Europea no establece ninguna recomendación en cuanto al manejo de estos materiales, lo que podría ser de gran utilidad para los agricultores.
Por ello, la investigadora Claudia Ximena propone que en la zona de la huerta valenciana, donde casi toda la totalidad de su área esta ya catalogada como zona vulnerable, se trabajen estos abonos orgánicos con mesura a fin de minimizar la contaminación del agua subterránea. “Éstos son una fuente de nitrógeno muy importante y se descomponen rápidamente si las condiciones son adecuadas, por lo que se deberían aunar esfuerzos a fin de orientar a los agricultores a establecer una mejor práctica de manejo tanto en la aplicación de las enmiendas orgánicas como en el manejo de los restos de cosecha”.